Comentario a la segunda derrota: "Manuscrito encontrado en el olvido".
El fragmento que comentamos corresponde a un texto narrativo
concretamente a una parte de la segunda derrota o "Manuscrito encontrado
en el olvido" hallado en "Los girasoles ciegos" libro de Alberto Méndez
que ilustra la suma de cuatro historias situadas en el último año de la
Guerra Civil y la inmediata posguerra (1939,1940,1941 y 1942) que
aparentemente no guardan relación alguna entre ellas pese a que varios
personajes coincidan entre sí a lo largo de las derrotas; pero
esencialmente tienen en común el sufrimiento y las desgracias que todos
padecen en sus respectivas historias. La derrota a tratar corresponde
realmente a una doble derrota, la sufrida por el poeta Euralio Ceballos
Suárez, el autor del cuaderno; en relativo a la guerra, la muerte de su
amada, Elena, los remordimientos de la derrota y la desesperanza; y la
derrota que sufriría el bebé si sobreviviera, crecería como un vencido
hijo de poeta que no aspiraría en vida más que a esconderse.
Alberto Méndez expone a través de una escritura desgarradora otra
dualidad: la vida y la muerte. La vida, un bebé recién venido al mundo,
inocente, frágil, insignificante, totalmente dependiente de la muerte,
su madre, Elena, fría, estéril, inútil. Entre los que se encuentra él,
en trance entre una y otra; muerto en vida. Su amada murió por la
derrota, su hijo nació de ella, y él, era la clara representación de la
misma.
Este texto induce a valorar diversas
cuestiones: la muerte, la potestad del poeta para decidir sobre la vida
del bebé, el sufrimiento, la derrota, la responsabilidad y las
obligaciones, entre otras varias.
Considero que a primera
vista puede resultar sorprendente la frialdad que adopta Euralio frente a
su hijo, entre ellos se desata un obstáculo que le impide al padre
sentir aprecio alguno por el recién nacido: la muerte de Elena tras el
parto.
El poeta pasa de ser un fugado por amor, protagonista
de una huida fruto de la pasión y un dramático romance a ser simplemente
un derrotado, testigo de un trágico parto en el que se convierte en el
único responsable de una vida humana. Euralio cuando mira al bebé no ve a
su hijo, ve el resultado de una historia sin pies ni cabeza cuyo
desenlace corresponde al desastre. Pese a ello, el mero hecho de
plantearse dejarlo morir me resulta poco ético, es su hijo, lo único que
le queda de Elena, el único compañero que tendrá en su escondite, el
único ser humano que depende de él; pero también, he de concebir que es
un derrotado, un alma desgraciada incluso antes de tener uso de razón,
es el hijo de un poeta rendido y desdichado cuya única pasión que
conserva es escribir sus más sinceras confesiones en un cuaderno con
pastas de hule. ¿Hay lugar para lo ético cuando ya ni tan siquiera la vida conserva algún sentido? Probablemente no. Este
pensamiento cobarde y huidizo nunca será tratado como admirable, pero
quizá este chico escribió en esas hojas los temores y preocupaciones que
todos sufrimos a nuestra medida; frente a esas responsabilidades que se
le avecinaban; a ese más que miedo a la muerte, miedo a la vida, miedo a
esa ligera frontera que separaba esa dualidad y justo en la que él se
encontraba. Derrotado en vida pero con un hijo precoz que le impedía
plantearse seriamente la muerte.
En conclusión, nos encontramos ante un fragmento cuyo personaje
principal es un joven poeta que ya no se considera personaje principal
de su propia vida, sino de "una infame turba de nocturnas aves",
verso de Góngora que induce a meditar sobre las circunstancias de
Euralio, la guerra perdida, la muerte temprana, la vida a desgana, la
doble derrota.
Por SOFÍA COSANO, 2 BACH.B
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